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Un Enredo Amoroso / Calificación: 4

 

Titulo Original:
Baby On Board
Titulo Español:

Un enredo amoroso

Pais:
Estados Unidos

Fecha de estreno en país de origen:
24 de abril de 2009

Fecha de estreno en México:
16 de abril de 2010

Director:
Brian Herzlinger

Reparto:

- Jerry O'Connell
- Heather Graham
- John Corbett


Calificación: 4

Si ustedes amán el cine, muchas veces les ha de pasar como a mí, que vamos
por solo el gusto de ir y llegando nos damos cuenta que ya vimos todo lo “bueno”
de la cartelera y solo quedan esas películas desconocidas que normalmente nadie
entra a ver.

Si andamos de humor y somos lo suficientemente aventureros tomamos la
decisión de entrar a ver uno de esos patitos feos de la marquesina; particularmente me gusta hacerlo porque gracias a eso he descubierto películas fantásticas como The Little Traitor, Elegy, You Kill me y varias más.  Pero no siempre tenemos tanta suerte, mas frecuentemente de lo que pensamos podemos toparnos con alguna bazofia con el potencial de disminuir nuestra fe en la creatividad humana; Baby on board  es una de esas bazofias; es una película tan mala en tantos aspectos que ni siquiera me molestaré en comentar mas de ella, simplemente evítenla a toda costa.

Lo anterior me recuerda que en diferentes ocasiones ha salido en pláticas ¿qué es lo que cada quien vemos en una película?, ¿qué es lo más importante para nosotros?  La respuesta típica de algunas personas es referente a actuaciones, fotografía, dirección, música y cosas por el estilo; mi enfoque – y quizás esto aclare un poco el por qué esta columna no es una típica reseña – es más orientado el efecto que la película causa en nosotros, ya sea como personas o como sociedad.

No me malinterpreten, pienso que una buena dirección, actuaciones, caracterizaciones
y todos los factores técnicos son importantísimos para que una película exista, resulte creíble y en pocas palabras sea de calidad.  Pero hay un factor que no debemos de pasar por alto, estamos hablando de una forma de arte y no podemos medir el arte con unidades sino con sensaciones.  Claro, podemos determinar la calidad de los componentes que crean el arte para que de cierta manera nos garanticen un buen resultado; por ejemplo, un piano de calidad y buena marca, tiene mayores probabilidades de producir una buena melodía; pero a fin de cuentas todo radica en el talento del pianista, de su capacidad para hacernos experimentar emociones.

Si a alguien le preguntan cuál es su canción favorita y el por qué, normalmente
las razones son completamente personales; quizás le recuerden a alguien, o lo remonten a alguna época o lugar  y efectivamente experimenta emociones al escucharla;  dudo mucho que alguien responda algo como “me gusta porque usaron un buen equipo de grabación”, “está muy bien ecualizada” o peor aun “me gusta porque usaron un amplificador de bulbos en vez de uno de transistores”. En un libro el ejemplo es más obvio,  nadie basa su gusto en el tipo o tamaño de letra usados, la textura del papel o la calidad del empastado. Entonces, por qué en una película sí nos basaríamos en la calidad de la fotografía, la edición de audio, los efectos visuales y demás detalles técnicos en vez de en lo que nos hace sentir o pensar.

Una película puede darnos el valor de iniciar una relación – o de terminarla -; puede
inspirarnos a cambiar de profesión o a definirla; puede impulsarnos a buscar
aventuras, a irnos de viaje, meternos de cantantes, boxeadores o hasta salir del closet.

Cuando escribo de una película no escribo pensando en si la iluminación fue correcta,
o si el audio estuvo bien editado; si todos esos detalles le son invisible al espectador y no le estorban en su apreciación de la historia, por mi excelente, a fin de cuentas
esa es la finalidad; escribo de los recuerdos que me vienen a la mente, de las emociones que me hace experimentar, de los lugares que me inspira conocer, las decisiones que me impulsa a tomar.

Lo increíble del cine – como de todo arte – es que cada quien lo experimenta
de manera distinta, por eso uno solo se puede limitar a dar su opinión; nadie puede
decirnos esto “es bueno” o “es malo”, tenemos que experimentarlo para formar
nuestro propio criterio.

 
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