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Orgullo mexicano, y cine ...

 

 

Cada vez que escucho esa frase de “orgullosos de ser mexicanos”  - que por cierto
anda muy de moda últimamente, con eso del Bicentenario – me pregunto
¿orgullosos de qué?

No me malinterpreten ni me tomen por “malinchista”, simplemente es lógico
que me lo pregunte estando el país en la situación en la que está; por todos lados
escuchamos quejas hacia la corrupción del gobierno y las
instituciones, la inseguridad, el narcotráfico, lo ridículo del salario mínimo, y esto
por nombrar solo algunas.

Preguntando, me di cuenta de que la mayoría de las personas tienen una noción muy
vaga del por qué están orgullosos; algunas lo están de cosas que sucedieron muy en
el pasado de nuestro país (como su arte, cultura o historia); otras lo están de aspectos aleatorios como su geografía, recursos naturales, etcétera; o bien de su esperanza en que el futuro sea mejor.  La verdad considero
que no son razones válidas.

El orgullo no puede estar basado en algo abstracto, tiene que haber algo tangible si
no caemos en ambigüedades como estar orgullosos porque nuestro hijo
“será” un magnifico ingeniero.  Además, algo muy importante, la pregunta
es ¿por qué estamos orgullosos de ser mexicanos?, no ¿por qué estamos orgullosos de México? la respuesta debería ser las acciones que hemos tomado para engrandecer y hacer de nuestro país un mejor lugar para vivir. Lamentablemente, lo único que hemos hecho es convertirlo en una especie de infierno del cual la
mayoría quiere salir huyendo.

Leyes e impuestos absurdos – por no decir estúpidos – que benefician al pudiente
y hunden cada vez más al ciudadano común y corriente; un gobierno que tolera y
promueve el narcotráfico; un pueblo con una apatía y mediocridad de pensamiento
que realmente son de dar tristeza.

México tiene todo para ser un país de primer mundo, tenemos petróleo, pesca,
minería, agricultura y por si fuera poco somos vecinos del mercado más grande del mundo (Estados Unidos). ¿Qué nos mantiene hundidos? Quisiera encontrar una mejor respuesta que: nosotros mismos.

Imaginemos que un gran empresario fallece y el heredero universal es su
único hijo - un joven derrochador, envidioso y sin visión. ¿Sonaría coherente que
la madre del joven se sintiera orgulloso de él porque tiene una gran fortuna, una
increíble mansión o un noble apellido, si el hijo sólo se ha dedicado a malgastar
dicha fortuna y a echar a perder el imperio que sus antepasados forjaron, llevándolo
casi a la quiebra? ¡Obvio no! sería incluso una causa de vergüenza para la familia.

Al igual que en el ejemplo anterior, los mexicanos deberíamos sentirnos avergonzados
- de nosotros mismos - porque hemos arruinado nuestro hermoso país y hemos
derrochado esa “fortuna” que nos fue heredada; ahora somos un país de
narcotraficantes, secuestradores, políticos corruptos, monopolios, favoritismo y
obesidad.

Otro fenómeno que observé es que a las personas les cuesta muchísimo
(al preguntárselos directamente) aceptar que nuestro país está mal, esto me
preocupa, como en el caso del alcohólico, ¿Cómo podremos avanzar si nos
negamos a aceptar lo que hacemos mal?  Caemos en conductas tan mediocres
como el justificarnos señalando a países peores que el nuestro, eso me parece tan absurdo como decirle a alguien que despidieron de su empleo “así estas bien, hay quienes no tienen ni para comer”.

Lo anterior nos define como sociedad, aceptamos todo sin tratar de superarnos,
como si fuera una especie de designio o castigo divino ante el cual no hay
escapatoria.

Debemos ser capaces de señalar nuestros errores sin titubear, en mi caso
- y en relación al tema de esta columna – un campo en el que siento que estamos
definitivamente mal es en el cine; con excepción de una –relativamente- buena
película cada 6 meses,  el cine mexicano es muy malo. Obviamente siempre habrá a quien le guste hasta la película más tonta del mundo, pero el resto evitaremos a toda costa una cinta nacional, y sólo vamos cuando no hay realmente nada más que ver.

Hace poco más de dos décadas se comenzó a hablar del “nuevo cine mexicano”,
el gran intento de lograr historias más atrevidas y complejas, el momento de dejar
atrás a las ficheras, al Santo y a los hermanos Almada.
 
Títulos como “Sólo con tu pareja”, “Como agua para chocolate”, “Sexo pudor y lágrimas”, “Cronos”,  “El Callejón de los milagros”, “La Ley de Herodes” e incluso “El Laberinto del Fauno”, son de los pocos que han logrado salir airosos en un mar de cintas mediocres y dolorosamente malas.

Me resulta curioso el hecho de que aún se haga llamar “nuevo cine” a toda película
mexicana que llega a las salas, siento que es una manera de justificarlas por adelantado; si la película es un asco, el apelativo “nuevo” nos dará la idea de que no debemos juzgarla estrictamente.

¿Conclusiones? Dejémonos de auto compasión, quitémonos ese bloqueo
mental de que no somos capaces de lograr grandes cosas, no nos derrotemos
antes de tiempo sin ni siquiera intentar las cosas; y siempre tengamos presente
algo: en nuestra mente nadie nos puede limitar si nosotros mismos lo hacemos... ¡definitivamente no tenemos remedio!

 
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